¿Se puede ser valiente en el momento de tu muerte? Te preguntas mientras empiezas a recordar toda tu vida: el alzamiento en armas contra aquel régimen opresor ese 2 de Mayo de 2015, las innumerables batallas contra las fuerzas leales al régimen y, por fin, la derrota de ese gobierno elegido democráticamente y que, a base de “recortes” acabó destrozando nuestra libertad.
A medida que pasan las horas te ponen más y más nervioso. No sabes qué te van a hacer. ¿Dolerá? ¿Será rápido?
Un hombre con bata te saca de tus lúgubres pensamientos al entrar a cambiar una de esas bolsas con Dios sabe qué líquido dentro. Con el mismo silencio con el que llegó abandona la sala en la que llevas recluido los últimos tres días. Poco después caes en un intranquilo sueño plagado de pesadillas:
De forma brusca te despiertas de tu febril sueño y te das cuenta de que estás bañado en tu propio sudor. ¿Qué estabas soñando? Te preguntas inquieto. Disparos. Un dolor insoportable en el costado derecho. Los gritos de tus compañeros pidiendo un sanitario. Y te das cuenta de que es un recuerdo de hace veinticinco años. Levantas tu bata color beige y miras la cicatriz dejada por el disparo. Sabes que en la espalda tiene otra a juego y que, junto a esta, se encuentra otra más grande por donde te extirparon el dañado riñón. Casi sin darte cuenta vuelves a dormirte.
A la mañana siguiente te despierta el sonido de las ruedas de tu camilla. Alguien a quien no eres capaz de ver te está llevando, a través de los pasillos del hospital, hasta un lugar que desconoces.
Poco después paras frente a unas puertas y sabes que ya has llegado: no necesitas mirar encima de ellas para saber lo que pone. Escuchas a un grupo de personas hablando dentro de la sala. Respiras hondo y te preparas para lo que sabes es tu final.
Una enfermera entra en tu campo de visión y te sonríe como diciendo que todo va a salir bien. Se aleja un poco de ti y abre las puertas que dan al quirófano. Vuelve a tu lado para empujar tu camilla y te sitúa al lado de otra similar a la tuya.
En ella se encuentra tu hijo. Unos problemas renales hacían que necesitase un riñón urgentemente. Un riñón que no llegaba. Aún con su desacuerdo y sabiendo que una persona no puede vivir sin riñones decidiste entregarle el único que tenías.
El anestesista te inyecta una sustancia en el brazo y, mientras empieza a surtir efecto, sabes que estás haciendo lo correcto. Que el verdadero valor es morir por aquellos a los que amas.
Como habéis visto está escrito en segunda persona: en ese momento me dio por experimentar y me pareció que esa segunda persona le daba al relato un toque más emotivo. Si queréis analizarlo, romperlo, destriparlo o despedazarlo estáis en vuestro derecho (debajo tenéis una caja de comentarios fantástica) pero recordad que todo el contenido del blog (y eso incluye los relatos posteados en el) cuenta con una licencia Creative Commons.
Curiosa elección, la de la segunda persona. No se ven muchos relatos así, pero lo has tratado bastante bien, a mi parecer. Me ha chocado un poco la fecha que le pusiste, porque la verdad es que es un relato que podría valer para cualquier época, pero una pequeña crítica a los recortes nunca viene mal ^^
ResponderEliminar@Déborah Gracias ^^. La verdad es que no fue nada fácil y como no llevaba esquema las cosas iban saliendo a lo loco (lo del riñón se me ocurrió al final). El otro tema... bueno, yo nunca he estado a favor de las políticas de austeridad pero mejor eso lo dejamos... de hecho debería haberlo cambiado.
ResponderEliminarMe gusta eso de la 2º persona, aparte de crear una relación más estrecha entre el lector y el escritor me recuerda mucho a los libros que leía de pequeño (Pesadillas ^^).
ResponderEliminarSaludos, te sigo
Buen relato, conociendo nuevas facetas de epi el anónimo....
ResponderEliminarMiau, buen comentario, y nueva faceta oculta de epi el anónimo
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